DJANGO
Django
Italia, España, 1966. 85 min. C
Director: SERGIO CORBUCCI. Guión: Sergio Corbucci, Bruno Corbucci. Música: Luis Enrique Bacalov. Fotografía: Enzo Barboni. Intérpretes: Franco Nero, Loredana Nusciak, José Bódalo, Ángel Álvarez, Gino Pernice, Simón Arriaga, Giovanni Ivan Scratuglia, Remo De Angelis, Rafael Albaicín, José Canalejas, Eduardo Fajardo.
– «¿De cuántos hombres dispones?» –Django.
– «Cuarenta». –Mayor Jackson.
– «Pues la próxima vez trata de venir acompañado de todos ellos». –Django.
Este mítico y fangoso spaguetti western devino, por méritos propios, película de culto y provocó la nada desdeñable cifra de una treintena de secuelas apócrifas, muchas de ellas desconcertantes. Django fue escrita, producida y dirigida por el prolífico y multigenérico Sergio Corbucci, autor de numerosos filmes del Oeste, muchos entre los mejores del género, como Los Compañeros, Salario para Matar, Navajo Joe, Los Despiadados, El Especialista y, sobre todo, la imprescindible El Gran Silencio, cuya insólita particularidad y fascinación, al margen de su aura lúgubre y melancólica, es estar ambientada en impresionantes paisajes nevados, además de contar con las presencias del trágico y mudo Jean-Louis Trintignant y el supervillano Klaus Kinski.
Por medio de Django, y siguiendo en paralelo a Sergio Sollima (El Halcón y la Presa, Cara a Cara, Corre, Cuchillo, Corre) la senda trazada por el gran chef Sergio Leone, el otro Sergio, cuyos primeros eurowesterns tenían un aroma más clásico, al estilo Joaquín L. Romero Marchent y Harald Reinl, pervierte definitivamente los moldes norteamericanos del western tradicional y muestra, con mueca grotesca, un mundo roñoso y sucio habitado por unos personajes cínicos y de implacable ejecutoria. Si Leone había inventado el spaguetti western con Por un Puñado de Dólares, Corbucci lo condujo, dos años más tarde, a una nueva dimensión al llevar al extremo sus códigos estéticos y morales.
El romano Sergio Corbucci, que comenzó haciendo comedias con Totò y peplums de Maciste, exhibe en Django un espectáculo de violencia desbocada y sin cariz ético ni posibilidad de catarsis alguna. Ya desde el inicio de la película, la presencia de la muerte resulta prometedora (el número de sucumbidos llegará a ochenta y uno), algo que no es extraño sabiendo que el ayudante de dirección era el destajista Ruggero Deodato, más tarde conocido por haber realizado Holocausto Caníbal y otras cintas de naturaleza similar.
Rodado en la provincia de Madrid y en la Reserva natural Tor Caldara (Lavinio, Italia) y prohibido en Inglaterra y otros países por violento, Django es un western de barro y sangre ubicado en un fantasmagórico pueblo fronterizo «donde una palabra es poca y dos son demasiadas» y cuyos habitantes, apenas un puñado de prostitutas, un barman barrigón y un pérfido predicador, están siendo aterrorizados por una banda de encapuchados xenófobos y sudistas comandada por el Mayor Jackson. El guión recupera la estructura básica de la seminal Por un Puñado de Dólares, a su vez inspirada en Yojimbo, de Akira Kurosawa, y cuenta la irrupción en el lugar de un hombre solitario y enigmático que viste un ajado uniforme nordista y arrastra no sólo el recuerdo de la muerte de su mujer sino también un mugriento ataúd donde esconde su infalible y fiel ametralladora, a la que llama Django.
El carismático actor de ojos azules y mirada fría Franco Nero, poco después convertido en un icono del spaguetti western, encarna al sempiterno antihéroe de talante lacónico y eléctrico gatillo, sucedáneo con identidad propia del innominato pistolero del poncho de la Trilogía del Dólar, Clint Eastwood, quien casualmente había rechazado el papel de Django. Django es un hombre atormentado y de credo nihilista que actúa movido tanto por el sentimiento de venganza como por una especie de idealismo desencantado. El sufrimiento y el dolor acompañan su itinerario hasta el duelo final en el cementerio, cuando con las manos destrozadas mata a los últimos asesinos de su esposa mientras se apoya en la lápida de su tumba.
De aires mesiánicos y abundante iconografía cristiana, la película, en la que también proliferan las frases lapidarias y los primeros planos de rostros, se distingue por una fotografía cruda y oscura obra de Enzo Barboni y una concepción visual engullida del feísmo más sórdido y apocalíptico. Django, cuyo nombre es un homenaje al célebre músico de jazz Jean-Baptiste «Django» Reinhardt (quien tenía paralizados dos dedos de una mano), no sería la misma sin la extraordinaria banda sonora compuesta por el gran Luis Enrique Bacalov (ganador de un Oscar con Il Postino) e interpretada por Roberto Fia, o por Rocky Roberts para el mercado de Norteamérica. Con todo, Django es una de las obras imprescindibles y más legendarias del mejor spaguetti western.
Django!
Django, ¿usted siempre ha estado sólo?
Django!
Django, ¿nunca ha amado de nuevo? Su apasionado cariño perdura. La vida debe continuar. Para que no siga lamentándose mientras viva.
Django!
Django, un nuevo día debes enfrentar.
Django!
Django, su amada se ha ido lejos. Usted una vez la quiso. Ahora la ha perdido. Usted la ha perdido para siempre, Django.
Cuando hay nubes en el cielo, y son de color gris. Usted puede estar triste, pero recuerde que el amor pasará lejos.
Oh Django!
Después de la tormenta, el sol… brillará
Luis E. Bacalov. Django – Opening