GORGONA, LA (LA LEYENDA DE VANDORF)
The Gorgon
Reino Unido, 1964. 83 min. C
Dirección: TERENCE FISHER (Hammer Film Productions). Guión: John Gilling (Historia: J. Llewellyn Devine). Música: James Bernard. Fotografía: Michael Reed. Intérpretes: Peter Cushing, Christopher Lee, Richard Pasco, Barbara Shelley, Prudence Hyman, Michael Goodliffe, Patrick Troughton, Joseph O’Conor, Jack Watson.
«Debe haber alguna explicación posible. Puede ser que en el pasado. Algún acontecimiento terrible del cual no se habla. Para la gente de Vandorf, aquella cosa, cualquiera que sea, es real. Pero es algo que nunca nombran. No se atreven, tienen miedo. Quieren creer que no existió, porque el solo reconocimiento de sus existencia aumenta sus temores»
Profesor Heitz/Michael Goddliffe
El gourmet británico Terence Fisher (Londres, 1904-1980) fue uno de los más influyentes directores de cine de terror de la segunda mitad del siglo XX (seguramente el más importante, tanto por cantidad como por calidad, junto a Mario Bava) y el primero en realizar películas en Technicolor. La figura más icónica de la Hammer, después de haber resucitado los monstruos clásicos de la Universal (Frankenstein, Drácula, La Momia, El Hombre Lobo, El Fantasma de la Ópera), arroja ahora, en La Gorgona, la mitología de la Antigüedad helénica a los distinguidos ambientes góticos del british horror.
Se trata del mito griego de las gorgonas; literalmente, «las horrendas». Nacidas de la unión de los dioses marinos Forcis y Ceto, habitaban en las Hespérides, más allá del Océano, y su destino era proteger a los Titanes. Eran tres hermanas: Esteno, Euríale y Medusa, inmortales las dos primeras y mortal y vinculada a la leyenda de Perseo la tercera. Estaban provistas de manos de cobre, dientes de jabalí y cabellos erizados de serpientes vivas. Eran muy poderosas y sus ojos convertían en piedra a todo aquel que se atreviera a mirarlas directamente.
La Gorgona se ubica en el imaginario pueblo de Vandorf, allende los profundos bosques centroeuropeos de principios del siglo XX, donde se vienen cometiendo una serie de asesinatos en los que las víctimas aparecen convertidas en figuras de piedra. El filme está protagonizado por el colosal binomio de la productora del martillo. Peter Cushing es el claroscuro e impúdico doctor Namaroff, próximo al barón Frankenstein y cabecilla de la omertà que impera en Vandorf. Por su parte, Christopher Lee es el extravagante profesor Karl Meister, una especie de Sherlock Holmes científico de Leipzig que debe resolver las misteriosas muertes. Además de como una fábula de terror clásico, la película puede ser vista como una historia de amor imposible, de sacrificio y cercano al fou de dos hombres (el Dr. Namaroff y el joven Paul) por una mujer.
La venerada pelirroja Barbara Shelley –la mejor actriz que ha pisado la Hammer– interpreta a Carla Hoffman, la «protegida» del Dr. Namaroff, una bella muchacha de aspecto frágil y mirada triste que está poseída por el espíritu de la (inventada) gorgona Megara, cual diosa infernal del castigo, encarnada por Prudence Hyman (de quien se dice que fue casi decapitada de verdad, por un descuido de Lee al desenvainar la espada en una escena, siendo ésta rehecha con un maniquí). Fisher, emparentando La Gorgona con La Caída de la Casa Usher al narrar la extinción del último descendiente de una estirpe, convierte la mortífera cualidad de la criatura, condenada a habitar las ruinas del Castillo Borski y a vagar por el bosque en busca de sus víctimas, en una hermosa y poética herida de amor. Al mismo tiempo, el director vuelve a plantear la lucha entre el Bien y el Mal y la idea de la amenaza extraña y sobrenatural como turbadora de la plácida existencia de una sociedad conservadora y mezquina, en la que nadie sabe pero todos temen.
El fantástico guión, que parte de una historia original de J. Llewellyn Devine, corre a cargo del prolífico John Gilling (director del díptico La Plaga de los Zombies y El Reptil, ambas de 1966). Terence Fisher impregna la película del más desesperado romanticismo fantástico siguiendo la tradición literaria europea del siglo XIX y traza un misterio de naturaleza ambivalente, tan seductora como destructiva y tan bella como monstruosa. En el aspecto formal, dejando al margen el personal talento narrativo de Fisher, La Gorgona destaca por el excelente tratamiento del espacio y la elegante puesta en escena, enfatizados por el empleo del atrezzo victoriano y los decorados tétricos. La atmósfera, entre onírica y melancólica, se apoya en la fotografía de Michael Reed, especialmente en el magistral uso que hace de los colores, y en la partitura de James Bernard, la cual combina la voz soprano con un pequeño instrumento poco conocido llamado Novachord.
Inédita en España durante muchos años y editada finalmente con el título La Leyenda de Vandorf (antes había sido emitida por TV como La Medusa y estrenada en cines de forma limitada como La Gorgona), es una de las películas más conseguidas y exóticas del siempre refinado Terence Fisher, un autor poco reconocido para lo que se merece, probablemente por haberse dedicado específicamente al cine de terror. En definitiva, una joya olvidada de la emblemática Hammer Film Productions y del gótico europeo que cuenta a su favor con dos poderosos baluartes: presentar una de las más fascinantes criaturas femeninas del cine de terror y tener el honor de ser una de las historias más románticas y trágicas del género.
«El ser humano se siente atraído por el Mal. Siempre he querido, en el marco de las películas que he rodado, subrayar el conflicto entre los poderes del Bien y los poderes del Mal»
Terence Fisher