NUESTRO HOMBRE DE MILÁN


La Mala Ordina

Italia, Alemania, 1972. 95 min. C

Dirección: FERNANDO DI LEO. Guión: Fernando Di Leo, Augusto Finocchi, Ingo Hermes. Música: Armando Trovajoli. Fotografía: Franco Villa. Intérpretes: Mario Adorf, Henry Silva, Woody Strode, Adolfo Celi, Luciana Paluzzi, Francesca Romana Coluzzi, Franco Fabrizi, Femi Benussi, Gianni Macchia, Peter Berling, Cyril Cusack, Sylva Koscina.


«La suya no debe ser una muerte cualquiera… sino una muerte dramática. ¡En la virgencita lo quiero ver ahorcado!»

Corso, el mafioso americano, sobre Luca Canali


Fernando Di Leo es un nombre ligado inexorablemente al cine negro europeo, más concretamente al poliziescodel que es uno de sus máximos exponentes junto a los destajistas Umberto Lenzi y Enzo G. Castellari. Nacido a principios de los años setenta sobre las cenizas del spaghetti western, el poliziesco italiano, o poliziottesco, como la crítica de la época lo bautizó, retrata un mundo urbano degradado, violento y dominado por el crimen organizado, la codicia y el plomo de las balas. La mayoría de sus películas, cuyos protagonistas –ya sean policías o ciudadanos comunes– se mueven en búsqueda obsesiva de justicia (sumaria), fueron el reflejo de la convulsión que se vivía en Italia durante aquellos años, donde la insatisfacción por la corrupción político-institucional se tradujo en violencia callejera y, sucesivamente, en lucha armada.



La Mala Ordina es la segunda entrega de la espectacular Trilogía del Milieu, considerada la Biblia del poliziesco (aunque Fernando Di Leo consideraba que no debía enmarcarse dentro de él porque el elemento policial es meramente testimonial) y completada por Milano Calibro 9 (1972) y Il Boss (1973). Asimismo, es uno de los mejores noir europeos de los años setenta, si bien con las características autóctonas del género italiano (incluso si no hay comisario). Así, lejos de la poética y el pesimismo existencialista del que hace gala el polar francés (más hermético) y el cine negro estadounidense, el director de Puglia se decanta por la rudeza, el alto nivel de acción y el mensaje marcadamente subversivo, sin aditivo superfluo alguno.

La historia se basa libremente en un relato de Giorgio Scerbanenco: «Milán, Calibre 9» (cuyo nombre da título, curiosamente, a otra película de la trilogía). Dos asesinos a sueldo muy profesionales (implacables Henry Silva y Woody Strode) son enviados desde Nueva York a Milán para eliminar a un gángster de poca monta, Luca Canali (Mario Adorf), al que la mafia acusa de haberse quedado con una partida de heroína. Canali, un chivo expiatorio perfecto para el padrino Don Vito Tressoldi (Adolfo Celi), se refugia y huye para sobrevivir, hasta que un sicario de los mafiosos atropella y asesina a su esposa y a su querida hija. Es a partir de entonces cuando el filme se convierte en un torbellino de violencia y energía, con un Luca Canali ciego de ira y sediento de venganza. El duelo final en un desolado cementerio de automóviles es magnífica, más digno de un western que de una película sobre el hampa. Igual que la persecución que se incluye en el último tercio, seguramente la mejor de todo el poliziesco.



Uno de los puntos fuertes de Nuestro Hombre de Milán es la caracterización de los personajes –arquetípicos e incluso fumettisticos– y el elenco actoral, que incluye la presencia de actores de culto como el habitual y ultraduro Henry Silva y el desquiciado y sudoroso Mario Adorf, cuya interpretación –todo un portento de implicación y emotividad– remite a su manera a la de Oliver Reed en la soberbia Revólver (1973). También el estadounidense Woody Strode y el todoterreno Adolfo Celi. Quentin Tarantino, quien manifestó su amor cinéfilo por el filme de Di Leo, reconoció que la pareja Silva-Strode le influyó para crear la suya en Pulp Fiction, con Travolta-L. Jackson.

La película está rodada y ambientada en una Milán soleada y primaveral, ciudad que junto a Roma, Génova y Nápoles monopoliza gran parte de las ubicaciones del poliziesco, y sobresale igualmente por la colorida fotografía de Franco Villa, que con un toque kitsch se constituye como una de las más atrayentes de ese tipo de cine. El talentoso Fernando Di Leo, que arma un guion bien hilvanado y unos diálogos efervescentes, mueve la cámara con un estilo nervioso y emplea planos cortos y abundantes angulaciones heterodoxas. Por su parte, la excelente banda sonora de Armando Trovajoli (quien sustituye momentáneamente a Luis Bacalov) alterna las piezas clásicas del género negro con algo de blues-rock típico del Swinging London.



Nuestro Hombre de Milán es uno de los títulos imprescindibles del euronoir en su vena más cruda y sanguinaria. Poliziottesco de alto voltaje. Y es que la caza al hombre que propone il signore del noir all’italiana te deja clavado en la butaca y con ganas de más.


«Quizás el mejor noir italiano de la década»

Paolo Mereghetti