STREET TRASH (VIOLENCIA EN MANHATTAN)
Street Trash
Estados Unidos, 1987. 91 min. C
Dirección: J. MICHAEL MURO. Guión: Roy Frumkes. Música: Rick Ulfik. Fotografía: David Sperling. Intérpretes: Mike Lackey, Bill Chepil, Marc Sferrazza, Jane Arakawa, Nicole Potter, Pat Ryan, Clarenze Jarmon, Bernard Perlman.
“Escribí ‘Street Trash’ con la sana intención de ofender desde la democracia a todos los colectivos del planeta”
(Roy Frumkes)
Street Trash se propaga cuando la carne pierde toda su dignidad y comienza a tener un olor putrefacto, transformando la Nueva Carne en un concepto más cercano a la charcutería que a la metafísica. Con estética ochentera y sacada directamente del cubo de la basura, esta porquería inmunda convertida en pieza de culto está dirigida por el prestigioso operario de cámara James Michael Muro (a.k.a. Jim Muro, James Muro o J. Michael Muro), el cual había trabajado con cineastas de la talla de Oliver Stone, James Cameron y Brian de Palma. Street Trash es su primera y única película, ganadora del Cuervo de Plata en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Bruselas.
Realizada en plena efervescencia del Cinema of Transgression (término acuñado por el subterráneo Nick Zedd en 1985), inicialmente llegó a ser distribuida con el distintivo sello Troma, lo que llevó a Jim Muro a demandar a su cofundador Lloyd Kaufman en defensa de sus derechos. La legendaria Troma Entertainment, esa podrida compañía independiente de producción de cine de serie Z fundada por Kaufman y Michael Herz en 1974, con sede en Long Island City, y entre cuyos disparatados engendros radioactivos destacan la insigne El Vengador Tóxico, Mutantes en la Universidad, Redneck Zombies o la más seria Combat Shock, un brutal filme que mezcla Taxi Driver, Cabeza Borradora y Stroszek.
Gamberrismo off-Hollywood, esto es Street Trash. Una explosión punk, nihilista y de mal gusto a la altura de una canción de los Sex Pistols o Eskorbuto. También una mélange del incorrectismo bizarro de John Waters, la inmoralidad infecta de la Troma y la gelatina más genuina del cine melt tipo Viscosidad (William Sachs, 1977) o Despedazator (Greg Lamberson, 1988).
Con una dirección fluida gracias al empleo killer de la por entonces novedosa Steadycam y un argumento como pretexto malintencionado, la acción se desarrolla en torno a un desguace ruinoso de coches situado en el barrio de Queens, en el que una colonia de vagabundos vive aterrorizada tanto por la policía como por su propio líder, un veterano de Vietnam que se ha vuelto loco de atar. Jim Muro desciende a los bajos fondos del Nueva York de los miserables para mostrar un mundo underground sucio y salvaje donde un licor tóxico de bajo precio convierte a mendigos golfantes y otra escoria de la calle que lo beben en un masa informe, llevándolos hasta la descomposición total de su organismo.
Muy divertida y toda una hecatombe para los pordioseros, Street Trash es más bien una sucesión de esquizofrénicos sketches a lo Looney Tunes en imagen real bañados en dosis hipertrofiadas de gore y en toneladas de líquidos viscosos de colores chillones y electrizantes. Todo un espectáculo demencial y lleno de vísceras con secuencias tan míticas como los clochards borrachos que se derriten, las cabezas explotadas o el juego del pilla-pilla con pene amputado.
Street Trash, igualmente vista como una corrosiva crítica a la sociedad americana, es cine low cost ultragore y de humor grueso con hechuras de guerrilla. No obstante, patrocinada por una empresa de pastelitos de café llamados drakes cakes, la película del loquesco J. Michael Muro no deja de resultar una tierna ingenuidad al lado de las muestras extremas de torture porn que se ofrecen actualmente.