CARNICERO, EL
Le Boucher
Francia, Italia, 1970. 94 min. C
Dirección: CLAUDE CHABROL. Guión: Claude Chabrol. Música: Pierre Jansen. Fotografía: Jean Rabier. Intérpretes: Jean Yanne, Stéphane Audran, Antonio Passalia, William Guérault, Roger Rudel, Mario Beccario, Pasquale Ferone.
«No estoy interesado en ‘quién lo hizo’, yo quiero que el público sepa quién es el asesino, porque de ese modo podemos estudiar bien su personalidad»
Claude Chabrol
Claude Chabrol (1930-2010) ha sido junto a Jean-Luc Gordard y Jacques Rivette el último superviviente de la Nouvelle Vague, de la que fue uno de sus más destacados impulsores. No en vano, su ópera prima El Bello Sergio, rodada en 1958, está considerada la película inaugural del movimiento, si bien fueron otras dos, Los 400 Golpes y Hiroshima, Mon Amour, realizadas ambas en 1959, las que captaron la atención y sentenciaron el advenimiento de un nuevo fenómeno cinematográfico, el cual estuvo integrado por un grupo de jóvenes intelectuales que tenían en común la pasión por el cine y el haber coincidido en la redacción de la revista Cahiers du Cinéma bajo la batuta de André Bazin. Chabrol, no obstante, pronto fue visto por gran parte de la crítica como una especie de desertor de la Nueva Ola francesa por la depuración formal de su estilo, que devino clasicista y apartado de la pretensión rupturista y más libre de sus colegas.
El Carnicero es una de las películas más destacadas de Claude Chabrol, una pequeña y exquisita obra maestra realizada durante su etapa en colaboración con el productor André Génovès (1967-1974), cuando desarrolló su creación más característica y estableció de forma definitiva su estilo. Chabrol, que acabaría realizando casi sesenta películas en más de cincuenta años de profesión, fue el cruel retratista de la burguesía francesa de provincias, quien dibujaba con tinta oscura el conformismo de las costumbres, las complejidades ocultas bajo la ley moral común y los estereotipos del bien y el mal que enmascaran la realidad de los impulsos. Su filmografía, tan irregular como coherente, siempre jugando con las apariencias, ofrece una mirada implacable, cínica y profundamente política de la sociedad.
Bajo el disfraz de thriller psicológico, El Carnicero aparece como una tragedia de amor imposible con asesino múltiple ambientada en la bucólica campiña de Trémolat (a cuyos habitantes está dedicada la película). Chabrol explora de forma sincera las pulsiones internas de Hélène (Stéphene Audran) y Popaul (Jean Yanne), dos almas antagónicas y temerosas cuyos mundos solitarios se atraen, pero en el que los lastres emocionales y la pugna entre razón e instintos impiden la consecución del amor. Popaul es la carne (de hecho es carnicero), un hombre amable y gentil, pero inseguro, rudo y atormentado. Hélène es la mente, la joven maestra de escuela del pueblo, culta y refinada, pero de vida ermitaña y sentimientos reprimidos. Él la quería. Ella le tenía mucho afecto. Hélène personificaría el poder evolutivo del espíritu humano, su capacidad de comprensión al contemplar serenamente y sin juzgarlo el fondo primitivo de Popaul, digno de compasión por atroz que sea.
Pocas veces el cine se ha aproximado al tema de la psicopatía con más rigor y profundidad que El Carnicero. Como si fuera un entomólogo, el director parisino escudriña los condicionantes personales de los dos protagonistas (pequeños sujetos), si bien su perspectiva se amplía hacia el entorno y también refleja las actitudes hipócritas de las comunidades burguesas. La película es un relato de ambigüedades, mentiras, frustraciones y crímenes con equilibrados matices de ternura, que se va enmarañando con la desconfianza y el clima perturbador creciente. Un filme elegante y de sobriedad naturalista, sin estridencias y de justas palabras, que Chabrol narra de forma admirable y con un suspense próximo a Lang, Hitchcock y Clouzot, algo que consigue desde la sencillez, lo que tiene más mérito.
Le Boucher desemboca en una secuencia final tan memorable como desgarradora: Durante la noche, Popaul confiesa su crimen a la señorita Hélène y, cuando parece que va a darle muerte, se clava un cuchillo en el vientre y gimiendo le dice: «Me, me… me he matado. Ayúdeme». Hélène lo lleva en coche al hospital y durante el trayecto él le confiesa su amor: «Me pasaba las noches pensando en usted. Cuando la veía, cuando veía sus ojos. No sabía quién era. Solo existía usted». Al llegar al hospital ella le da un beso; Popaul tendido en la camilla muere desangrado. Al alba, Hélène mira al río con sus ojos azul cielo ante los faros encendidos de su vehículo. Mientras, una lágrima cae por sus mejillas.
«Toda la evolución de la naturaleza humana consistente en darse cuenta progresivamente de que aquello que se creía absolutamente cierto en realidad no lo es»
Claude Chabrol