VIOLACIÓN DE LA SEÑORITA JULIA, LA


Pensione Paura

Italia, España, 1977. 92 min. C

Dirección: FRANCESCO BARILLI. Guión: Barbara Alberti, Amedeo Pagani. Música: Adolfo Waitzman. Fotografía: Gualtiero Manozzi. Intérpretes: Luc Merenda, Leonora Fani, Francisco Rabal, Jole Fierro, José María Prada, Lidia Biondi, Máximo Valverde.


«¿Dónde vas ahora? El cielo es grande y siempre me mira, pero no ves nunca… «


El director Francesco Barilli (Parma, 1943), también pintor, actor, guionista (¿Quién la ha Visto Morir?) y pronto reciclado en televisión, realiza en coproducción con España su segunda y última película tras la sinuosa y onírica Il Profumo della Signora in Nero (1974). Barilli reincide con Pensione Paura, aunque de forma mucho más escabrosa, en la fantasía perversa y los pánicos femeninos de resonancia polanskiana, salpicada ahora con cosas de la abyecta Saló, o los 120 días de Sodoma. El filme, cuyo título original suena delicioso, es una obra demente y maldita (en Italia nunca fue editada en vídeo) que fue rebautizada para la península con el absurdo e infame nombre de La Violación de la Señorita Julia. Un extraño melodrama huis-clos con clima de terror rural y retazos de giallo mórbido progresivamente convertido en una pesadilla psicosexual obscena y pringosa.



Pensione Paura, ambientada en los años cuarenta durante los estertores de la II Guerra Mundial en la campiña italiana de Emilia-Romagna, cerca de la frontera con Suiza (misma localización que en La Casa de las Ventanas que Ríen), teje una enrarecida atmósfera fatalista alrededor de un decrépito y sombrío hotel llamado «delle Sirene», en otro tiempo un balneario y ahora el escenario teatral de acontecimientos sórdidos. En este lugar sin enigma descrito con gusto por la suciedad física y moral (una pensión que merece ser llamada paura, pero donde el miedo habita más en lo interno que en lo externo) conviven diversos personajes cuyas existencias se van revelando frustradas y monstruosas, condicionadas por sus obsesiones o dominadas por sus más depravadas pulsiones carnales.

La heroína víctima de la erotomanía enfermiza es Rosa (que no Julia), una muchacha de aspecto lolitesco y de cervatilla desvalida que regenta la pensión junto con su madre Marta. Mientras ésta mantiene a su amante escondido en el ático, Rosa escribe cartas en la más profunda soledad a un utópico padre «que algún día regresará de la guerra», en tanto trata de «ser fuerte, como me dijiste que fuera». Interpretada por la nada pudorosa Leonarda Fani, etérea Alicia-en-el-país-de-las-pornomaravillas de finales de los setenta, su inocencia pura y candor adolescente serán inevitablemente contaminados por la malicia insana de los huéspedes, hundiéndose en la más absoluta locura.


vioacc sii


Francesco Barilli, lejos del habitual exhibicionismo del sobreexplotado y agonizante giallo, compone un filme especialmente de atmósfera. Pensione Paura se construye como una fábula melancólica de inicial tono lánguido y lento, luego denso y ominoso, en la que los encuadres, el color y los filtros de luz y sombras revelan la elegancia pictórica de su director, que en ocasiones evoca a Mario Bava e incluso a Suspiria. Barilli te lleva a un microcosmos claustrofóbico, La Pensione delle Sirene, un sitio que parece estar fuera del mundo real y del tiempo. Morbosa, con matices sádicos y momentos de horror puro, en el fondo palpita la soledad, la tristeza, lo patético y lo trágico.

Y es que al final, definitiva e inexorablemente sola y esquizofrénica en el hotel colmado de cadáveres, Rosa cierra las puertas del edificio y queda en espera de un padre que, en realidad, nunca llegará; mientras, la voz over expone otra carta dirigida a él.