VALERIE Y SU SEMANA DE LAS MARAVILLAS


Valerie a Týden Divů

Checoslovaquia. 1970. 77 min. C

Dirección: JAROMIL JIRES. Guión: Jaromil Jires, Ester Krumbachová, Jirí Musil (Novela: Vitezslav Nezval)Música: Lubos Fiser, Jan KlusákFotografía: Jan Curík. Intérpretes: Jaroslava Schallerová, Helena Anýzová, Petr Kopriva, Jirí Prymek, Jan Klusá.


 «Buenas noches, mi dulce morena. Duerme apaciblemente esta noche y cuando despiertes, mi cielo, no reveles tu secreto»


Valerie y su Semana de las Maravillas es una de las últimas y más creativas películas del movimiento que se dio a conocer como Nueva Ola Checoslovaca (Nova Vlná). Este tipo de cine de autor europeo y de estilo vanguardista, que floreció y tuvo su apogeo en la década de los sesenta bajo el yugo comunista, se caracterizó por su fuerte carga crítica e ideológica, si bien enmascarada bajo semblanzas alegóricas y/o metafóricas para eludir la censura. Pese a ser una corriente con claras intenciones sociopolíticas, su tratamiento de los temas desde una perspectiva irónica, surrealista y a menudo poco comprensible lo liberó de la mera fachada panfletaria, permitiendo que sus obras continúen siendo apreciadas por el interés artístico, tanto en lo visual como en lo narrativo.



Basada en la novela homónima de 1932 escrita por Vítězslav Nezval, la historia de Valerie a Týden Divů se construye con la lógica irracional de los sueños. Los acontecimientos se desarrollan desde el punto de vista subjetivo de Valerie, una niña huérfana de trece años (los que tenía Jaroslava cuando rodó la película) que vive con su tétrica abuela en un clima ultrarreligioso. En pleno tránsito de la niñez a la adolescencia, coincidiendo con el momento de su primera menstruación, llega al pueblo medieval donde viven un grupo de misioneros y artistas ambulantes, entre los cuales hay una criatura ataviada con una capa negra capaz de las más extraordinarias mutaciones.

El director Jaromil Jires muestra un mundo (el de Valerie) trastornado por la lujuria, repleto de duplicidades (pureza/obscenidad, juventud/vejez, vida/muerte) y habitado por toda una serie de amenazadores personajes que no tienen una identidad definitiva y estable (hermano/pretendiente, padre/vampiro-sacerdote-policía, madre/abuela/vampira), lo que les conduce a comportamientos incestuosos, edípicos y hasta pedófilos. La valerosa Valerie, con la ayuda de unos pendientes mágicos, deberá hacer frente a los peligros que supone acceder a la sexualidad adulta y defender su tesoro más grande: la virginidad.



Con ecos a Alicia en el País de la Maravillas y a la posterior En Compañía de Lobos, la película de Jires es un pervertido cuento de hadas cuyo giro siniestro lo aproxima al relato de vampiros y la novela gótica. Fascinante en su mezcla de misterio, erotismo (sugerido) y terror, el filme cautiva por su estética onírica y surrealista, su abundante y transgresora simbología y una atmósfera bucólica y hasta pagana, que contrasta con otra más lúgubre y oscura. Valerie y su Semana de las Maravillas posee la extraordinaria cualidad de inducir al trance por su particular ambiente audiovisual, a lo que ayuda una fotografía de calidad cristalina y con predominio del color blanco (virginidad, pureza) y una sugerente música hecha de flautas y coros infantiles elaborada por Lubos Fiser (compositor también en Morgiana).

Con puyas al catolicismo y alegorías sobre la represión (soviética) y las luchas de poder, el perturbador sueño preadolescente de Valerie se podría equiparar al de la Checoslovaquia del momento, un país que buscaba libertad (en Valerie ligada a la sexualidad), pero que estaba sometida a la tiranía sistemática con diferentes rostros (Hitler, Stalin, Brezhnev). «Ojalá que esta brujería termine», dice la niña hacia el final de la película.



«Doncella, ¿sabes lo que eres?»