ENIGMA DE GASPAR HAUSER, EL
Kaspar Hauser – Jeder Für Sich und Gott Gegen Alle
República Federal de Alemania, 1974. 110 min. C
Dirección: WERNER HERZOG. Guión: Werner Herzog. Música: Johann Pachebel, Albinoni, Orlando Di Lasso, W.A. Mozart. Fotografía: Jörg Schmidt-Reitwein, Klaus Wyborny. Intérpretes: Bruno S., Walter Ladengast, Brigitte Mira, Willy Semmelrogge, Gloria Dör, Volker Prechtel, Enno Patlas, Helmut Döring.
«El delito contra el alma es separar a un hombre de los otros seres racionales y de la naturaleza, dificultar su acceso a un destino humano y privarle de alimentos espirituales. Es el más criminal de los atentados puesto que va dirigido contra el patrimonio más auténtico del hombre, su libertad y su vocación espiritual»
Anselm von Feuerbach
El 26 de mayo de 1828, un domingo de Pentecostés, de repente apareció en Núremberg un extraño muchacho harapiento de unos dieciséis años de edad, pero desarrollado psicológicamente como uno de tres, con un libro de oraciones en una mano y una carta para las autoridades locales en la otra. Al parecer había pasado toda su vida encerrado en un pequeño sótano sin ventanas, donde era alimentado por alguien a quien nunca llegó a ver. No conocía el lenguaje ni sabía vestirse, tampoco tenía capacidad para relacionarse con los demás. Sólo sabía escribir su nombre: Gaspar Hauser. A los pocos años aprendió a leer, escribir poesía y tocar el piano.
La misteriosa muerte en 1833 del llamado «huérfano de Europa» provocó un aluvión de hipótesis sobre su posible origen real o noble. La teoría más reciente apunta que podría tratarse del hijo ilegítimo de Napoleón con Estefanía de Beauharnais, esposa de Carlos II de Baden. Gaspar Hauser inspiró numerosas novelas, poemas y obras de teatro. Asimismo, el nombre «Kaspar Hauser» se utiliza en el campo de la etología (para referirse a experimentos donde animales jóvenes son criados sin poder aprender de los adultos) y de la psicología (para denominar el síndrome producido cuando los niños crecen sin afecto paternal o contacto con otras personas).
El Enigma de Gaspar Hauser está escrita, producida y dirigida por Werner Herzog (Múnich, 1942), autor de filmes como Nosferatu, Aguirre, la Cólera de Dios y Fitzcarraldo y de un buen puñado de excepcionales y arriesgados documentales que bordean los límites de lo alucinado. Nominada a la Palma de Oro y ganadora del Premio de la Crítica y el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes de 1975, su traducción original es «Cada uno para sí y Dios contra todos», título que Herzog tomó de una frase de la película Macunaima, del portugués Joaquim P. de Andrade. Como él mismo explica: «Tal título está constantemente en el filme, en el sentimiento de soledad, de haber sido olvidado por Dios e incluso de que Él es nuestro enemigo».
A partir de un argumento histórico, Herzog construye un relato más complejo sobre una criatura inocente que se mueve en un mundo egoísta y despiadado, primero convertido en una especie de atracción de feria y después en una curiosidad científica y social. Al director bávaro le interesa más el recorrido de Gaspar y el choque frontal de su experiencia primitiva con los representantes de la sociedad civilizada que el nebuloso punto de partida de su existencia, en el que apenas indaga. Dice Herzog: «Las figuras de mis películas sobrepasan sus propios límites y acaban fracasando en su desafío descomunal contra los elementos. Con frecuencia se me califica como alguien que sólo presenta locos o mutilados, y eso no es cierto: un Kaspar Hauser es alguien que vive radicalmente su dignidad humana. La sociedad proba y burguesa es la excéntrica».
Cuando Gaspar Hauser aparece todos los habitantes de la ciudad se vuelcan para enseñarle a vivir en la sociedad a la que ahora pertenece, principalmente el profesor Friedrich Daumer. No obstante, el joven nunca llegará a sentirse cómodo y definirá su llegada a ese mundo como «una dura caída». El guión de El Enigma de Gaspar Hauser está basado en los diarios del propio Gaspar y muchos de los diálogos son un fiel reflejo de los comentarios en ellos contenidos.
El intento de domesticar a ese ser surgido de la nada pone en evidencia la estrechez mental de sus educadores, incapaces de salir de las ideas que han aprendido desde niños (ciencia, lógica, religión). Así como Truffaut en El Pequeño Salvaje (1969) construía sobre un niño salvaje un alegato a favor de la educación y la socialización, aquí Herzog arremete contra los convencionalismos que rigen los valores de la sociedad. Gaspar, con su ingenuidad no contaminada por la norma (impertérrito ante el fuego pero llevándose un gran susto al ver a una gallina), es incapaz de conformarse con las explicaciones de sus educadores, a los que forzará a replantearse ideas y dogmas acerca de lo que es normal o verdadero. No logrará, sin embargo, que cambien de parecer, quizás porque se sienten amenazados ante la presencia de un hombre intacto e incorrupto.
La figura de Gaspar Hauser está encarnada perfectamente y de modo muy verosímil por el alemán Bruno Schleinstein (1932-2010), un hombre marginal que Werner Herzog descubrió para el cine en esta película. En su vida real era hijo no deseado de una prostituta y había pasado más de veinte años recluido en orfanatos e instituciones psiquiátricas diagnosticado como esquizofrénico. No es de extrañar que muchas de las experiencias personales de Bruno G., que también era un talento excepcional para la música y el arte en general, estuvieran incorporadas en el filme.
Herzog, combinando el realismo visual con un estilo narrativo próximo al expresionismo, da forma al retrato casi antropológico de un individuo, de calado pesimista pero muy humano y didáctico. Emparentada en su tratamiento del tema con El Hombre Elefante (David Lynch, 1980), El Enigma de Gaspar Hauser es una de las películas del autor que mejor ejemplifican su rara poesía, cínica crítica a la sociedad burguesa y fascinación por los personajes anticonvencionales. En cuanto a la fotografía y la música, ambas adquieren un papel fundamental, como es habitual en la obra de Herzog. La fotografía, que aparece en bellos planos fijos, es de tono naturalista y bucólico y posee cualidades pictóricas que remiten a Friedrich y al Romanticismo alemán. La música, por su parte, destila hermosos temas de Pachebel, Mozart y otros compositores.
«En El Enigma de Gaspar Hauser, mientras los hombres hablan, el paisaje es armonioso, pacífico. Sin embargo, la armonía de la imagen no se corresponde con la acción que transcurre ante nuestros ojos: el resto del mundo aparenta beatitud mientras se trama, se conspira. Busqué que la fotografía transmitiera esa falsa apariencia que la realidad presenta, esas notas tranquilas, estatuarias»