AGUIRRE, LA CÓLERA DE DIOS


Aguirre der Zorn Gottes

República Federal de Alemania, 1972. 94 min. C

Dirección: WERNER HERZOG. Guión: Werner Herzog. Música: Popol Vuh. Fotografía: Thomas Mauch. Intérpretes: Klaus Kinski, Helena Rojo, Del Negro, Ruy Guerra, Peter Berling, Cecilia Rivera, Dany Ades, Armando Polanah.


«Si yo, Aguirre, quiero que los pájaros caigan muertos de los árboles… los pájaros caerán muertos de los árboles. Soy la Cólera de Dios. Yo, la Cólera de Dios… me casaré con mi propia hija y con ella habremos encontrado la dinastía más pura jamás conocida por el hombre. Y la cólera… la cólera de Dios… estará conmigo»

Lope de Aguirre/Klaus Kinski


Aguirre, la Cólera de Dios, realizada un año después de Fata Morgana, fue la revelación a escala mundial del gran Werner Herzog. El tercer filme no documental del indómito cineasta-explorador bávaro, transcurridos casi cincuenta años desde su estreno, permanece aún como uno de los más subyugantes y embriagadoramente arrebatadores del cine moderno.

La película relata, supuestamente a partir del diario de 1541 del monje español Gaspar de Carvajal, la odisea en busca del mítico reino de El Dorado del visionario, aterrador e insuperable Don Lope de Aguirre-Klaus Kinski, uno de los conquistadores que acompañaron a Gonzalo Pizarro en su destructivo paso por la Sudamérica del siglo XVI. Después de vencer a los incas, los soldados de Pizarro están ávidos de conquistas y oro, pero el convoy, que remonta el Amazonas en balsa, queda atrapado en un terreno extremadamente abrupto. Es entonces cuando Aguirre lidera una revuelta contra su comandante. A partir de ese momento el viaje degenera en una expedición homicida a impulsos de su obsesión, la cual le llevará a perder a sus hombres a medida que se adentra en la infinita selva y, en su afán de superar a Dios, incluso a planear una boda con su propia hija para asegurar la pureza de una nueva raza.


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Aguirre, la Cólera de Dios, que forma una especie de díptico con Fitzcarraldo (1982), sobre un irlandés excéntrico que decide construir un teatro de ópera en plena selva amazónica, es una parábola inquietante que aborda los límites de la experiencia humana y encierra el gusto del director por lo grotesco y la megalomanía, alienación y decadencia del ser humano. Herzog, digno heredero del Romanticismo alemán, erige su discurso sobre la desesperada búsqueda de una utopía (en esta ocasión la ciudad legendaria, al parecer hecha de oro, de El Dorado) enfrentando al hombre con su propia arrogancia y dejándolo a merced de una naturaleza salvaje, extrañamente bella pero cruel e implacable, especie de preludio del descenso a los infiernos de Apocalypse Now, filme con el guarda cierta similitud.

Provista de un presupuesto ínfimo y sin apenas guión, la película fue escrita por Herzog en solo tres días. El rodaje, durante cinco semanas en el altiplano de los Andes peruanos, Machu Picchu y los afluentes del Amazonas en el Ucayali, estuvo plagado de vicisitudes debido a las condiciones extremas del paisaje, la confrontación del equipo con los extras indígenas y, cómo no, el temperamento de Klaus Kinski, un ser absolutamente violento y diagnosticado coprolálico irrefrenable que, curiosamente, había sido paracaidista en el ejército nazi durante la II Guerra Mundial antes de ser hecho prisionero. Esas dificultades, sumadas a las secuencias filmadas fuera de cámara con el actor enfurecido, aportan si cabe más intensidad y realismo al conjunto. Aguirre, la Cólera de Dios sería la primera de las cinco colaboraciones entre Herzog y Kinski, cuya relación profesional de amor-odio quedó retratada en el documental Mi Enemigo Íntimo (1999), donde se deja entrever que hacia el final del rodaje llegaron a enfrentarse a punta de pistola.


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Werner Herzog se sirve del tono semidocumental, de un ritmo lento y apagado y de una narrativa esquiva tendente a la asfixia para otorgar al filme un aura de pesadilla metafísica que fluye entre la realidad, la ficción y la alucinación. A ello contribuye la fotografía de Thomas Mauch, que de textura turbia y envuelta en brumas evoca imágenes poemáticas que retrotraen a pintores paisajísticos como Caspar D. Friedrich y Arnold Böcklin. La onírica música, realizada con sintetizador y voces espectrales y compuesta por el grupo de rock progresivo Popol Vuh (uno de los precursores de la música electrónica y habitual colaborador del cineasta), está destinada a sublimar la imagen cinematográfica y favorecer su percepción.

La inolvidable secuencia final de la película, que es el Aguirre/Kinski enajenado e inexorablemente abocado al fracaso en medio del río Amazonas, soberano de una balsa únicamente habitada por cadáveres y un puñado de macacos roñosos, es un homenaje al travelling circular de Os Cafajestes (1962), la ópera prima de Ruy Guerra, actor en Aguirre, la Cólera de Dios. Probablemente una de las descripciones más bellas y acertadas de Aguirre fue la que publicó el diario alemán Süddeutsche Zeitung, cuando la definió como una «pintura de color bañada con violencia física en movimiento».


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 «El colapso del universo estelar ocurrirá, como la creación, con grandioso esplendor»

Blaise Pascal