REY LEAR, EL


Korol Lir

URSS, 1971. 132 min. B/N

Dirección: GRIGORI KOZINTSEV & IOSIF SHAPIRO. Guión: Grigori Kozintsev, Boris Pasternak (Obra: William Shakespeare). Música: Dmitri Shostakovich. Fotografía: Jonas Gritsius. Intérpretes: Jüri Järvet, Regimantas Adomaitis, Donatas Banionis, Juozas Budraitis, Oleg Dal, Roman Gromadsky, Aleksei Petrenko, Elza Radzina, Karl Sebris, Valentina Shendrikova, Aleksandr Vokach, Galina Volchek, Vladimir Yemelyanov.


«La estupidez del mundo es tan superlativa que, cuando nos aquejan las desgracias, normalmente producto de nuestros excesos, echamos la culpa al sol, la luna y las estrellas, como si fuésemos canallas por necesidad, tontos por coacción celeste; granujas, ladrones y traidores por influjo planetario; borrachos, embusteros y adúlteros por forzosa sumisión al imperio de los astros, y tuviésemos todos nuestros vicios por divina imposición»

(«El Rey Lear». William Shakespeare)


Grigori Mijáilovich Kózintsev (1905-1973), de origen judío-ucraniano y contemporáneo de Sergei M. Eisenstein, fue uno de los pioneros del primer cine soviético. Cofundador a la edad de quince años, junto con Sergei Yutkevich y Leonid Trauberg, del colectivo de artistas de vanguardia Fábrica del Actor Excéntrico (FEKS), que en 1922 publicó el Manifiesto del Excentricismo, sus primeros filmes fueron comedias burlescas de propaganda política influidas por el expresionismo y las teorías teatrales de Vsévolod Meyerhold. Kozintsev llevó a cabo una intensa carrera cinematográfica desde los años veinte hasta mediados de los cuarenta al lado de Trauberg, con quien codirigió todas sus películas, incluida La Nueva Babilonia y la popular trilogía protagonizada por un obrero llamado Máximo.

Ya sin Trauberg, en la era postestalinista, y compaginándolas con su dedicación al teatro y la enseñanza, Kozintsev realizó tres versiones basadas en la literatura occidental. La primera fue Don Quijote (1957), la mejor adaptación del clásico de Miguel de Cervantes, rodada en sovcolor en el áspero paisaje de Crimea. El mayor éxito internacional lo obtuvo con las siguientes: Hamlet (1964) y El Rey Lear (1971), ambas adaptaciones de obras de William Shakespeare y codirigidas por su amigo Iosif Shapiro. Dos filmes tardíos, obras maestras absolutas, que hicieron que Kozintsev fuera reconocido como uno de los grandes directores del cine mundial.



El Rey Lear (Korol Lir), escrita por Kozintsev a partir de la espléndida traducción al ruso que realizó el Premio Nobel Boris Pasternak (cuyo espíritu, por cierto, profetizó a Tarkovsky que solo haría siete películas, «pero todas buenas»), narra la historia del Rey Lear de Inglaterra (Jüri Järvet), un monarca oprimido por la vejez que decide dividir su Reino entre sus tres hijas. Sin embargo, primero deben decirle cuánto le aman. Las dos hijas mayores, Goneril (Elza Radzina) y Regan (Galina Volchek), arpías duchas en el arte de la adulación hipócrita, conmueven el corazón del padre, mientras que la más joven, la dulce Cordelia (Valentina Shendrikova), declara con sencillez, sin falsos halagos, un amor sincero («mi amor es más rico que mi lengua»). Colérico ante tal falta de énfasis, Lear repudia a Cordelia y, pese a las advertencias de ésta, reparte las tierras entre Goneril y Regan y sus respectivos maridos, el Duque de Albania (Donatas Banionis) y el de Cornualles (Aleksandr Vokach).

Desgraciada decisión, la de un Rey arrogante y megalómano, que será el detonante de un remolino de pasiones marcadas por la ambición, el egoísmo, la lujuria, la traición y el odio. Humillado y desterrado por sus hijas mayores, el Rey Lear es obligado a vagar como un mendigo por áridos páramos en compañía de su inseparable Bufón (magnífico Oleg Dal), único capaz de hacerle ver la estupidez de sus actos, y un puñado de leales seguidores harapientos. Pronto cae víctima de la locura (como Hamlet y Otelo), la cual da paso a una tardía iluminación espiritual, y es testimonio impotente de la aniquilación de su Reino sumido en la disensión y el caos y su familia.



Fiel al texto original, Korol Lir es una reflexión pesimista sobre el poder y su efecto engañoso, sobre el absolutismo y la ingratitud (que afecta no solo a Lear y a sus hijas sino a las contrafiguras del vasallo Gloucester y sus dos hijos, el noble Edgar y el bastardo Edmund). Si el texto bebe de la tradición inglesa de la literatura, la física de la película lo hace de la tradición soviética, deparando imágenes poderosas para transmitir en términos visuales la sensación de tragedia, no dejando que esta dependa únicamente de la palabra. La mayor virtud de Kozintsev reside en el papel preponderante que concede al espacio, actuando el paisaje y el desorden atmosférico (viento, polvo, niebla, lluvia) como perfecto correlato de los conflictos internos y externos de los personajes, todo lo cual queda realzado por la fotografía en blanco y negro de Jonas Gritsius, que juega con las luces y las sombras y abrillanta la belleza y fervor de los cielos.

Uno de los mayores aciertos del filme fue contar con el estonio Jüri Järvet (1919-1995) en el rol del arrugado y atormentado Rey Lear, un actor enérgico y apasionadamente expresivo idóneo para transferir emoción y patetismo. Casualmente o no, tanto él como Donatas Banionis, que interpreta al honesto Duque de Albania, tendrían un año más tarde los papeles principales en Solaris, de Tarkovsky, lo que tiende más puentes entre el genio ruso y Kozintsev. Otro elemento que contribuye a la redondez final de la película es la última banda sonora de Dmitri Shostakovich (1906-1975), uno de los compositores y pianistas más importantes del siglo XX y habitual colaborador de Kozintsev, cuya partitura evoca el ánimo fatalista y melancólico de la historia.



Puro cine soviético, formalmente austero, de énfasis pictórico (en sus inicios Kozintsev estudió pintura) y de dimensión telúrica, donde la tierra y los acontecimientos son un cascote que absorbe a los personajes y los arrastra inevitablemente hacia la ruina y la degradación. El Rey Lear, junto a Hamlet, del mismo Kozintsev, y Trono de Sangre, de Kurosawa, son las mejores y más espiritualmente profundas adaptaciones al cine que se han hecho de Shakespeare, por encima de Ran (también basada en «El Rey Lear») y de la trilogía de Orson Welles, grandiosas igualmente.


«No busco popularizar la literatura ni vulgarizarla para el mayor número de espectadores posible. Me interesa Shakespeare porque todos los problemas presentes en sus comedias son modernos y contemporáneos. El cine me permite mostrar en la pantalla toda una gama de sentimientos intensos y de reflexiones profundas»

(Grigori Kozintsev)