Los storyboards de Akira Kurosawa


«Son muchas las cosas que pienso cuando dibujo storyboards: ajustar la ubicación, la psicología y las emociones de los personajes; sus movimientos, el ángulo de la cámara preciso, las condiciones de iluminación, el vestuario y los accesorios. Si antes no he reflexionado específicamente sobre cada uno de estos elementos no puedo dibujar la escena. O tal vez sea más exacto decir que dibujo los storyboards para pensar en esas cosas. De esta manera, puedo concretar, enriquecer y capturar la imagen de cada escena de la película, hasta verlo todo con claridad. Sólo entonces procedo con el rodaje»

Akira Kurosawa


Akira Kurosawa (Tokio, 1910-1998) fue uno de los cineastas más grandes e influyentes del siglo XX. Indiscutido maestro del séptimo arte y fabricante de un buen puñado de obras maestras, «El Emperador» es el realizador japonés más (re)conocido internacionalmente junto a Yasujirō Ozu y Kenji Mizoguchi, formando con ellos el triunvirato de directores más famoso de la historia. Nacido en 1910 y descendiente de una antigua estirpe de samuráis, Kurosawa fue un hombre culto, exigente y de corte humanista, siempre comprometido con el tiempo convulso que le tocó vivir, incluido el hundimiento de su propio país tras la II Guerra Mundial. Más popular entre el público occidental que en su Japón natal, los críticos de su país solían mostrarse suspicaces por su familiaridad con la tradición literaria de Occidente (desde Shakespeare a la narrativa rusa), de la que él sacaba elementos para sus películas. No obstante, también fue un excelente retratista del Japón feudal. En el año 1990 recibió un Oscar honorífico por su trayectoria profesional. Nadie discute hoy su monumental y compleja filmografía.


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Kurosawa, en sus inicios, centró su tiempo y atención en la pintura. Él quiso e intentó ser pintor. Ya en la escuela primaria comenzó a dibujar bajo la tutela de un profesor que se interesó por su talento. Tras finalizar sus estudios secundarios, se matriculó en una escuela de Bellas Artes, la academia Dushuka de Tokio. Allí recibió clases de pintura clásica y contemporánea y, con el tiempo, llegó a ser reconocido en ciertos ambientes de la ciudad, haciendo suyos elementos plásticos del teatro Nô que mezclaba con sus principales referencias pictóricas. En contra de lo que quería su padre (que le inculcó el conocimiento de la cultura tradicional japonesa y su pasión por el cine occidental) quiso vivir de sus aptitudes como pintor y se fue a vivir a un distrito de artistas lleno de bares en los que mantenía tertulias con ellos entre sorbos de sake. No fue sino hasta 1936, que se interesó en el cine y comenzó su carrera como guionista y asistente de dirección en Tōhō, una productora de cine establecida en la ciudad de Chiyoda (Tokio). Aunque Kurosawa dejó de involucrarse únicamente en las artes plásticas para convertirse en uno de los pilares de la cinematografía universal, nunca dejó de dibujar y pintar.


«Cuando cambié de carrera quemé todas las láminas que había pintado hasta entonces. Tenía la intención de olvidar la pintura de una vez por todas. Como dice un conocido proverbio japonés: ‘El cazador que persigue dos conejos, no atrapa ninguno’. Una vez que empecé a trabajar en el cine, no hice de pintor en absoluto. Pero después, cuando me convertí en director de cine, me di cuenta que el dibujo, a menudo, era un medio útil para explicar las ideas a mi personal»

Akira Kurosawa


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Kagemusha: La sombra del guerrero (1980)


El Kurosawa cineasta, especialmente a partir de los años 80, cuando el cine japonés se sumió en una profunda crisis, utilizaba sus dotes en el lienzo para bosquejar sus películas en storyboards, unos dibujos que le servían para convencer a las productoras para que las financiaran. También era una manera de hacer que sus películas existiesen aunque no llegasen a ser rodadas nunca. Con esas bitácoras gráficas, cuadro por cuadro, elaboraba «la imagen de cada escena» antes de comenzar el rodaje. Como él mismo declaraba, el proceso de pintado le servía como etapa preparatoria –y esencial– para la creación cinematográfica, preconcibiendo así elementos como el encuadre, la perspectiva, el movimiento, la luz, la textura, el atrezzo o la psicología de los personajes. El cine de Kurosawa se construye, pues, a partir de los recursos de la imagen pictórica, sintetizando de esa forma dos visiones del mundo aparentemente distanciadas: la del cine y la de la pintura.

Los storyboards de Kurosawa se inspiraban en la iconografía oriental y estaban influenciados por los corrientes artísticas de Occidente, especialmente el expresionismo de Vincent van Gogh (1853-1890), el impresionismo de Paul Cézanne (1839-1906) y Pierre-Auguste Renoir (1841-1919) y el vanguardismo de Marc Chagall (1987-1985). Quien más le marcó fue, sin lugar a dudas, Van Gogh, su indiscutible ídolo en la pintura y un artista que a su vez se sintió fascinado con las composiciones, la luz, el color y el estilo sintético de los grabados japoneses. El quinto capítulo de Los sueños de Akira Kurosawa (1990)una de las obras más perfeccionistas de Kurosawa en cuanto a la imagen y con un mayor número de storyboards, está dedicado al prolijo pintor neerlandés y, más en concreto, a su cuadro Trigal con cuervos (1890), uno de los últimos que pintó.


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Ran (1985)


Para sus seis últimas películas, las de su etapa en color, Kurosawa realizó nada más y nada menos que unos 2.000 dibujos. Para llevarlos a cabo empleó con delicadeza lápices, acuarelas, pastel y rotulador, sirviéndose de un trazo ágil y de una gran variedad cromática, dotando a las imágenes de mucha fuerza expresiva y siempre cuidando el detalle (hasta el papel varía según las intenciones del director). Como indica James Goodwin: «Son auténticos bocetos que cumplen su función, pero, al mismo tiempo, el impacto de la apariencia y la escala evocan que podrían ser terminados como una pintura al óleo sobre lienzo».

Muchas de esas partituras gráficas se han traducido literalmente en escenas míticas e inolvidables del estoico cine del maestro nipón. Aunque sus storyboards están realizados sin pretensiones artísticas, siempre al servicio de la obra cinematográfica y sin vista a ser expuestos, en algunos dibujos podemos percibir verdadero talento e imaginación visual. Kurosawa, cineasta por encima de todo, aunque creyente del acto creativo total, demostró la versatilidad que proporciona la pintura como medio de expresión artística.


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Autorretrato (Vincent Van Gogh, 1887)


STORYBOARDS DE LAS ÚLTIMAS SEIS PELÍCULAS DE KUROSAWA


Kagemusha: La sombra del guerrero (1980)

«Kagemusha» es una palabra japonesa que se utiliza para denotar a un señuelo político. La película, ambientada en los estertores del Periodo Sengoku (siglo XIV-XVI), en un Japón devastado por las guerras feudales, narra la historia de un criminal de clase baja que es entrenado para usurpar la figura del moribundo príncipe Shingen, de gran parecido con él, con el objetivo de engañar a los clanes rivales en las batallas. Kagemusha es una historia épica e intimista al mismo tiempo que se convierte en una meditación filosófica sobre la identidad y el poder. Una obra impresionista y resplandeciente, de impagable riqueza plástica y de contrastado lirismo en la que destaca una puesta en escena eléctrica y vibrante en cuanto a los colores que se muestran.

El storyboard se compone de 366 dibujos en los que Kurosawa manifiesta un profundo conocimiento de la sofisticada estética del Japón de la época, al que incorpora múltiples referencias a la historia del arte occidental: desde las pinturas de batallas del bajo Renacimiento italiano hasta expresiones vanguardistas del siglo XX como el surrealismo y el expresionismo de artistas como Oskar Kokoschka, Chaim Soutine y Emile Nolde.


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Ran (1985)

Ran (que puede traducirse como caos, guerra, miseria o anarquía) está basada libremente en El rey Lear de Shakespeare. La última gran película épica de Kurosawa, lúcida y violenta, es un drama japonés ambientado en el siglo XVI que muestra la caída de Hidetora Ichimonji, un señor de la guerra de la Era Sengoku que decide abdicar en favor de sus tres hijos. Según Stephen Prince, Ran es «una crónica del ansia implacable de poder, la traición al padre por parte de sus hijos, y las omnipresentes guerras y asesinatos, que destruyen a todos los personajes protagonistas».

Magnífico lienzo colorista, la película fue aclamada por sus poderosas imágenes y su soberbia puesta en escena, destacando la bella fotografía y el uso cromático. En un storyboard compuesto por 862 dibujos, Kurosawa desarrolla una iconografía con un complejo diseño que presta especial atención a los detalles del vestuario y a los monumentales decorados. En su estilo, además de la imaginería del teatro Nô y sus códigos simbólicos, se detectan influencias de las batallas de estilo barroco y de las composiciones de Théodore Géricault y las lógicas de Van Gogh y los impresionistas franceses.


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Los sueños de Akira Kurosawa (1990)

Hermosa y poética, la película se divide en ocho segmentos, correspondientes a ocho sueños reales del propio Kurosawa. Son ensoñaciones dispersas, independientes, pero engarzadas entre sí por deseos, angustias y añoranzas. Realizada a sus 80 años, Los sueños de Akira Kurosawa resume sus grandes preocupaciones morales, estéticas e intelectuales: la infancia, la espiritualidad, la creación artística, el respeto a la naturaleza, los desastres universales y los errores del hombre respecto al mundo. El quinto de sus capítulos, titulado Cuervos, en referencia a la pintura Trigal con cuervos (1890) de Vincent van Gogh, es un homenaje al pintor. El filme presenta a un estudiante de arte dentro del mundo vibrante y a veces caótico de una ilustración de Van Gogh, donde lo conoce en un campo y conversa con él. El estudiante, en un momento, pierde la huella del pintor y viaja a través de otras obras suyas tratando de encontrarlo.

El storyboard cuenta con 476 dibujos. En ellos, Akira Kurosawa se remite al impresionismo, posimpresionismo y expresionismo, conteniendo igualmente referencias al fauvismo y los colores puros y a las aventuras surrealistas del pintor francés Marc Chagall.


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Rapsodia en agosto (1991)

Rapsodia en agosto es la historia de tres generaciones de una misma familia, a la vez que una profunda reflexión sobre el holocausto nuclear de Nagasaki en 1945. El recuerdo de la bomba sirve como pretexto para abordar cuestiones cruciales de la sociedad japonesa contemporánea: el debilitamiento de los vínculos familiares ante la pérdida de los valores tradicionales, el perdón, la memoria y la relación entre Oriente y Occidente. Un verdadero filme antibelicista, lleno de esperanza y rodado con un inmensa sensibilidad.

El storyboard está compuesto por 105 dibujos que, frente al detalle de anteriores producciones, están realizados con simplicidad y esquematismo, buscando plasmar una atmósfera de «silencio expresivo». El realismo intimista solo es roto por algunos episodios de carácter simbólico y por la utilización del collage surrealista al estilo del alemán Max Ernst para evocar la hecatombe nuclear.


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Madadayo (1993)

La última película de Akira Kurosawa está basada en la vida de un académico y autor japonés, Hyakken Uchida (1889-1971). Exquisita y extraordinariamente emotiva, Madadayo reflexiona sobre la pedagogía y la relación alumno-profesor, ofreciendo al mismo tiempo un sereno retrato de las costumbres y de la vida diaria japonesa.

Con un storyboard de 82 dibujos, el director seleccionó cuidadosamente una gama de claroscuros y tonalidades sombrías que reflejan un ambiente denso y opresivo de corte expresionista en que prevalecen los colores ácidos y las pinceladas toscas. La larga escena final, en la que el profesor muere mientras sueña, sirve de fondo para la sobreimpresión de los créditos a la manera de un collage y presenta un tratamiento pictórico de la composición y el color espectacular.


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El mar que nos mira (2002)

Película escrita y dibujada por Kurosawa hacia 1993 que el cineasta no pudo llegar a rodar debido a su fallecimiento en 1998. El proyecto fue retomado en 2002 por su discípulo Kei Kumei, que aunque realizó algunos cambios respetó la imagen y la atmósfera quieta del storyboard original. El mar que nos mira relata una historia de amor prohibida entre un samurái y una geisha en el siglo XIX y aborda temas como el poder de la naturaleza frente a los conflictos humanos.

En su último storyboard Kurosawa alterna dibujos de una gran simplicidad con otros más preciosistas que reconstruyen las casas de geishas del Periodo Edo (1603-1868). En algunas de las escenas intimistas se percibe la influencia de las composiciones más orientalistas de Henri Matisse.


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THE SEA IS WATCHING, Nagiko Tohno, Misa Shimizu, 2002, (c) TriStar


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«¿Son dignos los dibujos de mis storyboards de ser llamados arte? Yo no me proponía pintar bien. Simplemente utilicé con libertad los materiales y recursos que tenía a mano. Como mucho, me ayudaron a realizar las películas. Es curioso que cuando de verdad intentaba pintar bien sólo producía una obra mediocre, mientras que cuando sólo me preocupaba de esbozar las ideas para mis películas fue cuando produje obras que la gente considera interesantes»

Akira Kurosawa


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