IKARIE XB-1


IKARIE XB-1

Checoslovaquia. 1963. 88 min. B/N

Dirección: JINDŘICH POLÁK. Guion: Jindřich Polák, Pavel Juráček. Música: Zdeněk Liška. Fotografía: Jan Kališ, Saša Rašilov. Intérpretes: Zdenek Stepánek, Frantisek Smolík, Dana Medrická, Irena Kacírková, Radovan Lukavský, Otto Lackovic, Miroslav Machácek, Jirí Vrstála, Rudolf Deyl.


 «Los años pasarán y a los niños se les enseñará que fuimos los primeros del universo en buscar vida en los planetas de Alpha Centauri»


Antes de Solaris (1972), de A. Tarkovsky, y de 2001: Una Odisea del Espacio (1968), de S. Kubrick, existe Ikarie XB-1, una de las películas, además de poco conocida, más importantes e influyentes de la ciencia ficción. Ganadora del Gran Premio (Asteroide de Oro) del Festival de Trieste de 1963 (ex-aequo con el cortometraje La Jetée, de Chris Marker), alabada por personalidades como Umberto Eco y pronto con estatus de pieza de culto, esta cinta dirigida por el entonces joven y prometedor Jindřich Polák en plena explosión de la Nueva Ola de cine checoslovaco es un perfecto paradigma de la ciencia ficción contemporánea y una de las pioneras del género en su vertiente reflexiva y filosófica, más centrada en planteamientos humanistas y trascendentales y muy diferente a las películas que se hacían al otro lado del Telón de Acero y, especialmente, en Estados Unidos, donde poseían un tono más bien pueril y daban preponderancia a las aventuras y la acción, a menudo con inclusión de soterrados mensajes anticomunistas.



Ikarie XB-1 adapta libremente la novela corta «La nube de Magallanes» (1955), de Stanislaw Lem. Este escritor polaco, cuyo nombre nos remite, inconscientemente, a Tarkovsky –quien más tarde adaptaría «Solaris»–, fue uno de los pocos autores de ciencia ficción tolerados dentro del Bloque del Este, que despreciaba los relatos fantásticos y futuristas, tan alejados de las reglas impuestas por el realismo socialista. La historia del filme se ubica en el año 2163 a bordo de la nave espacial Ikarie XB-1, la cual ha sido enviada a un misterioso «Planeta Blanco», que orbita alrededor de la constelación Alpha Centauri, en busca de nuevas formas de vida. Si bien la nave viaja a una velocidad cercana a la de la luz y el trayecto dura unos veintiocho meses para los astronautas, debido a los efectos de la relatividad, cuando la misión llegue a su destino en la Tierra ya habrán pasado quince años. Durante el largo y tedioso viaje, la tripulación, formada por cuarenta científicos de todos los países y de diferentes razas, edades y costumbres, deberá aprender a colaborar y convivir en armonía, así como afrontar los distintos riesgos que se le presentan, entre ellos el encuentro con una nave espacial abandonada del siglo XX, la inestabilidad mental de uno de los pasajeros y la aparición de síntomas causados por una «estrella negra» que emite una radiación mortal.

Para el mercado estadounidense y occidental, Ikarie XB-1 fue editada y distribuida por la popular American International Pictures, estudio que, lamentablemente, como hacía de forma habitual, introdujo numerosos cambios que terminaron por desnaturalizar el filme de Polák y hacer de él algo diferente. Además de cambiar el título a Voyage to the End of the Universe y anglofonizar los créditos (por ejemplo, el director Jindřich Polák se convierte en Jack Pollack), la AIP cortó salvajemente doce minutos de metraje, modificó parte del guion y, lo más grave, creó un final estúpido que nada tenía que ver con el original, haciéndonos creer, con insertos de tomas aéreas de la zona sur de Manhattan y la Estatua de la Libertad en los últimos segundos, que el destino de la nave, por «sorpresa», no es el «Planeta Blanco», sino la misma Tierra, rebautizada como el «Planeta Verde». En la versión original vemos como, tras despejarse unas nubes, una civilización inteligente espera a la tripulación. Buena nota del final alternativo tomarían los guionistas de El Planeta de los Simios, realizada por Franklin J. Schaffner en 1968. Por fortuna, Ikarie XB-1, vista en escasas ocasiones tal y como fue concebida de inicio, fue maravillosamente restaurada en el año 2016 por la National Film Archive (NFA) del Hungarian Film Lab de Budapest, presentándose en el Festival de Cannes y otros certámenes.



En la versión checoslovaca, Ikarie XB-1 es un fascinante relato de luctuosa cadencia, asfixiante en su acto final, que radiografía a la perfección la microcomunidad que sea crea en la nave y hace una descripción minuciosa de sus habitantes y los pequeños rituales sociales que los caracterizan. Ikarie XB-1 es rara y resulta extraña si la comparamos con la ciencia ficción contemporánea de Hollywood. La manera de concebir el género, la intriga, el clima y el ritmo, son distintos. Lo importante no son los monstruos ni las invasiones extraterrestres, sino la exploración del espacio y la pretensión de ampliar la frontera del conocimiento y de lo conocido desde una doble perspectiva: hacia el pasado –la Tierra como algo «lejano» y sombrío– y hacia el futuro, pero un futuro que se vislumbra no extraordinario o en términos meramente fantásticos y sí con inquietud y de un modo realista (hay encuentros en un gimnasio, una fiesta donde se baila un twist). Punteada de momentos nihilistas (en la primera secuencia, un astronauta asegura que la Tierra nunca ha existido), la cinta reflexiona sobre el funcionamiento social, la soledad, las incertidumbres del porvenir, el sentido de la existencia y la inteligencia artificial, además de plantear paradojas espacio-temporales y otras cuestiones científicas. El detonante, en cualquier caso, es un mal del cosmos, algo que éste induce sobre los personajes, pero lo que les pasa a éstos no tiene que ver tanto con el exterior como con su interior.

El nombre de la nave, Ikarie, tiene su origen en Icaria, la pequeña isla del Mar Egeo que tomó su nombre de Ícaro, el hijo de Dédalo, y también conocida como la «isla roja» debido a su tradición revolucionaria y de resistencia frente al invasor. La película fue realizada en el marco de la Guerra Fría y es un homenaje del Partido Comunista de Checoslovaquia, que financió el proyecto con un presupuesto elevado, a uno de los primeros hitos soviéticos de la Era Espacial: en 1961, el cosmonauta Yuri Gagarin se convirtió en el primer ser humano en salir al espacio exterior. Pese a ello, el filme fue realizado con libertad creativa y, en general, es apolítico, lo que no obsta a que se muestren las maldades e inmoralidades del capitalismo, en concreto en una contundente y desoladora secuencia: cuando los astronautas encuentran una nave abandonada de 1987 llena de armas nucleares y con todos sus tripulantes, vestidos con smoking y rodeados de dinero, joyas, cigarros y botellas de alcohol, muertos. «Hemos descubierto el siglo XX», dice uno de ellos. En ese sentido, la búsqueda por la colonia humana de un nuevo planeta o de una nueva raza podría servir como alegoría de la búsqueda de un nuevo modelo social, sin ricos ni jerarquías (si es que la humanidad aún puede escapar a su terrible destino). Ikarie XB-1, con un reparto actoral coral, también potencia la idea de «grupo» por encima de lo individual o de la figura de un héroe.



En Checoslovaquia, a principios de los años sesenta, no disponían de referentes claros en materia de ciencia ficción. El guion –inspirado en la novela de Stanislaw Lem– contó con la pluma del reputado Pavel Juráček (Daisies, The End of August at the Hotel Ozone), quien inteligente y próspero en ideas y temas abarcados logra apartar el relato de una hipotética gelidez intelectual, a lo que contribuye el impresionante diseño de producción y una narrativa visualmente fantasmagórica y hermosa, construida, paradójicamente, a partir de la parquedad expositiva. Para el diseño del vestuario y de los decorados de la nave se contrató al pintor y escenógrafo Zdenek Seydl, y para el de las armas a Josef Istler, pintor clave del surrealismo checoslovaco. Aunque con una evidente personalidad propia, Ikarie XB-1 recoge, inevitablemente, aspectos de películas estadounidenses de ciencia ficción, sobre todo de Planeta Prohibido (Fred M. Wilcox, 1956), del que adopta el enfoque adulto, el diseño del robot Robby y una innovadora banda sonora de apuntes electrónicos compuesta por Zdeněk Liška, colaborador habitual del cineasta de animación Jan Švankmajer. Por contra, anticipa elementos después vistos en 2001: Una Odisea del Espacio (1968), de Stanley Kubrick, como son la importancia del lenguaje no narrativo (los descansos, por ejemplo), los pasillos hexagonales, los trajes espaciales y las videollamadas, e incluso en Solaris, Star Trek y Alien, el Octavo Pasajero.



Con todo, esta fascinante y claustrofóbica odisea espacial de recovecos metafísicos que es Ikarie XB-1, de Jindřich Polák, se erige, indiscutiblemente, no sólo en faro para algunos de los clásicos posteriores de la ciencia ficción, sino en uno de los mejores y, actualmente, más reconocidos filmes del género, tanto del Bloque socialista, como de la historia del cine.